El autobús interurbano de la línea 339 empieza su recorrido en Conde Casal y es el único que actualmente lleva pasajeros hasta la Cañada Real Galiana, situada en la carretera A3, cerca de Valdemingómez. Antiguamente existían más líneas que pasaban por delante del poblado, pero tuvieron que suspenderlas debido a los frecuentes altercados provocados por los pasajeros que allí se dirigían. Las peleas eran habituales, la gente consumía drogas dentro del autobús, insultaban y pegaban a los conductores, se limpiaban los pies de atleta (enfermedad producida por un hongo), etc.
En este poblado viven sobretodo gitanos de origen rumano y marroquíes. La mayor parte de las viviendas son chabolas, aunque también hay algunos chalets. Es el centro neurálgico de la droga en Madrid; muchos de sus habitantes son toxicómanos y vendedores. A la entrada de la Cañada, uno de los primeros chalets pertenece al clan de los Gordos, uno de los mayores distribuidores de droga de toda la capital. Iñaki forma parte del clan. Se gana la vida recogiendo leña,
"cundeando" y cocinando y vendiendo cocaína. Tiene 42 años y está enganchado al
crack (cocaína fumada en pipa) desde que tiene 19, cuando lo probó por primera vez a la salida de una discoteca.
Constantemente hay coches entrando y saliendo del portal de su casa, a donde la gente acude para comprar y consumir droga. La mayoría de los drogadictos son de una clase social alta y vienen a consumir a escondidas, sobre todo crack y heroína. En días especiales, como por ejemplo Navidad, pueden llegar a ganar entre 15.000 y 20.000 euros.
Las calles están llenas de basura y la mayoría sin asfaltar. En el asentamiento se encienden numerosas hogueras cada día para quemar desperdicios o cocinar y, debido a ello, muchos niños gitanos nacen con
bronquiolitis. Al pasear por las calles muchos vecinos te saludan y te preguntan a dónde vas al darse cuenta de que no eres una persona habitual. Siempre que los trates con educación y desde el respeto, es gente agradable a la que no le importa conversar e indicarte el camino.
Hay algunos bares por la zona. En el bar Mariano, donde trabajan dos chicas encantadoras, con una bebida te ponen un pincho de tortilla. Más arriba se encuentra el Bar Iby, situado en la calle Francisco Álvarez, la única legal de todo el poblado.
En esa misma calle hay una tienda regentada por Zapata y Juan José desde hace 22 años. Eran amigos del colegio en Perú y cuando vinieron a España, cada uno por su cuenta, se reencontraron por casualidad y decidieron abrir el negocio. Años atrás los barrotes no eran necesarios, pero cuentan que con la llegada de cada vez más residentes de etnia gitana, la delincuencia aumentó y se vieron en la obligación de poner la reja. No son drogadictos y se ven forzados a vivir en la Cañada por falta de medios económicos, aunque sueñan con que su situación mejore y poder trasladarse a otro lugar.

Con este reportaje he podido comprobar que la gente de la Cañada no es tan "chunga" y peligrosa como todo el mundo dice. Nunca puedes formarte una opinión en base a lo que te digan los demás, si no que tienes que ir tú misma al lugar y sacar tus propias conclusiones, librándote así de todo prejuicio. Es muy importante la actitud que lleves; hay que ir sin miedo, con educación y humildad y así no les darás ningún motivo para meterse contigo.
Es muy duro ver con tus propios ojos los dos dramas que giran en torno a la droga: el del pobre que nació en ese mundo y no conoce otro modo de vida, viéndose abocado a vender para sobrevivir, y el del rico que está enganchado y lleva una doble vida.